Tú, al que se supone que come mal, como un cerdo, como un animal: ¿no estás harto de normas repipis y sin ningún sentido más que el de quedar bien, reglas absurdas que no te dejan comer a justo? Pues tranquilo mal esclavo de las apariencias, ¡la revolución ha llegado! Hemos ideado un gran manifiesto por nuestra causa, por dejarnos comer tranquilos, felices y educadamente (porque la educación que vende la sociedad a este respecto sólo son chorradas). Y versa así:
1-. Primero que todo, coge un lápiz y un papel, así como también todos esos manuales de buenos modales. Ahora, apóyate sobre el libro más grande para escribir cómodamente ―para algo tenían que servir esos libros―. A continuación, agarra el lápiz de tal modo que la punta quede apoyada en el blanco del papel y no al revés ―esta parte es fundamental hacerla de este modo, si no, nuestra revolución se irá a la caca―. Entonces, en la hoja escribe todas y cada una de las normas que su señora madre y su señor padre, estando alienados por las cadenas del esnobismo, te dijeron al respecto sobre cómo comer “bien”. De este modo, una vez completada la lista, coge la hoja y dóblala por la mitad en horizontal. Después dobla las esquinas superiores al interior, en paralelo a la línea del doblez anterior. Repite nuevamente el proceso y observarás que ha quedado una especie de flecha. Sí, en efecto, estamos haciendo un avióncito, por lo que ya sabes cómo tienes que proseguir. Una vez terminado, mándalo al carajo junto con el manual alienante.
2-. Ahora de lo que se trata es de buscar nuestra propia manera de proceder a comer. No necesitamos imposiciones fascistas de repipis. Primero: las manos. Durante el día hemos tocado infinidad de cosas, desde las manoseadas barandillas del metro hasta, muy probablemente, tu voluminoso pandero al rascártelo a conciencia mientras creías que nadie te miraba, por lo que la mugre que hay debajo de nuestras uñas ya sabemos de dónde procede. ¿Queremos comer caca? ¡NO! Así que decidimos, POR NUESTRA CUENTA, lavarnos las manos.
3-. Una vez limpios, vamos a los cubiertos. Coge la cuchara, o el tenedor en su defecto, con la mano que mejor manejes y encuentra por ti mismo la postura más cómoda de tu mano para agarrar el utensilio. En caso de tener que usar cuchillo, cógelo con la mano sobrante y procede a recoger tu alimento y disfrutar de él (o no, en caso de que seas un estudiante emancipado).
4-. Masticar: como hemos dicho, se trata de comer cómodo y libre, pero no de ser unos guarros. ¡Lo que faltaba! Darles la razón a esos petulantes. Así que, por favor, cierra la boca por la causa, aparte de que así no se sale la comida; hay que sacar el máximo de todos los los medios de alimentación.
5-. La postura del cuerpo: busca por ti mismo tu postura ideal. Si quieres poner el brazo entre medias del plato y tú, hazlo. Si deseas apoyarlo en tu pierna, igual. La cuestión es estar cómodo. Incluso si te gusta comer de pie. Siempre que el acto de comer no se vea perjudicado por ello, como si haces el pino.
6-. Actitud y humor: parece que siempre tenemos que comer como si fuésemos las personas más alegres del mundo. ¡Pues no! Si a ti te gusta comer pero no lo PARECE, ya que lo haces con desgana, sigue así. ¿Acaso tienes que mostrar a los demás que te gusta comer? Olvídate de la galería y sé tú mismo, no faltas el respeto a nadie por comer cómodamente. ¡Sólo faltaba! Si estás triste, lloras en la sopa; si estás enfadado, masticas fuerte los garbanzos; si estás alegre, jugueteas con los guisantes. La comida no es el opio del pueblo, no es sagrada. Es importante, pero no sagrada.
7-. Sobre flatulencias: no seas guarro. Cómodo, no guarro. Además, el olor podría afectar al sabor.
8-. Temas de conversación: es uno de los pocos momentos en los que la familia está reunida, por lo que puedes hablar de lo que sea. Que no sea que porque se está en la mesa estén vetados ciertos temas. Tocar un tema polémico no quita el apetito, sino la intolerancia, las malas formas y la falta de miras. Un buen coloquio, aunque con posturas distintas, siempre da más hambre.
9-. Servilleta: colócala a la mano para que sea fácil cogerla cuando se necesite. Ahora bien, si tienes que limpiarte, hazlo a conciencia. Se trata de limpiarse, no de darse ridículos golpecitos en la comisura de los labios para mostrar delicadeza. Ojo, no seas bruto, pero no te andes con miramientos.
10-. Por último, una vez acabado el plato, deja bien limpio tu sitio y sigue con los quehaceres más feliz que una perdiz porque nunca has comido tan bien.
Y un cosa más, recuerda que la revolución que estamos llevando a cabo no se lleva en el sofá de nuestra casa, sino en los mullidos y burgueses asientos de los restaurantes, que cuantos más tenedores, mucho mejor. Así, esto es todo y GRACIAS camarada comilón por luchar por esta causa. COMILONES DEL MUNDO, ¡UNIOS!